Escribe: Raquel Baratelli.
Qué nos pasó, viejo!! Salir a vueltear por ahí, sin rumbo fijo, parando donde pinta, comiendo donde llame el olorcito, el tiempo que dé, son costumbres de antaño, cuando el turismo era verdadero descanso y placer.
En otras épocas, no globalizadas, viajar era cosa de descubrir parajes, lejanos o cercanos, según el tiempo, billetera y ganas, como dijera el poeta, haciendo camino al andar. Resulta que hoy, la espontaneidad del viajero se fue a la mierr… varios meses antes, tenés que trazar milimétricamente tu hoja de ruta, googlear opciones de hospedaje, de comedores, espectáculos, paseos, atracciones, hasta de kioscos y estaciones de servicio, leer comentarios de otros usuarios para verificar calidad y conveniencias, y reservar; Googlmapear recorrido, corroborando horarios de congestionamientos ruteros, peajes y controles, aunque salgas de mochilero… hacer listas de datos interminables, comparando y discriminando entre toda la info. disponible en las redes, (si es posible en un EXEL), ardua tarea que redundará en beneficios para la realización de tu viaje, aunque sea por un par de días y acá cerquita.
Desde que la actividad turística se convirtió en un boom, programar una escapada se ha vuelto cada vez más complicado, ni te digo pos encierro Covid. El deseo de trotar mundos se ha apoderado de nosotros, la ansiedad por turistear se ha profundizado a tal punto que si estás pensando en una probable salidita en algún fide de agosto, hoy, mitad de febrero, no lo pienses más allá de marzo, mientras lo pensaste ya se agotó todo en todos lados.
Que haya mayor acceso al turismo, que incentivemos la actividad con programas como “Pre viaje”, que se promuevan los festejos regionales como atractivos para que la gente se mueva, disfrute y conozca, está muy lindo, pero ¡paren la mano, viejo!, denme tiempo de pensar a dónde quiero ir, dejen algún rinconcito para descubrir, alguna posibilidad para lo inesperado, para la indecisión. Al fin y al cabo, está buenísimo informarse para no llevarte un fiasco y aprovechar al máximo, pero el turismo de autor no puede desaparecer, esas escapadas sin rumbo, por “un caminito e tie-e-erra” conociendo “un pueblito aquí y otro más allá”, estimulan el acercamiento entre la gente, la imaginación y las ganas de saber qué hay más allá del “camino largo que baja y se pierde”.


