No queda stock de cordura (31-8-20)
Por: Miguel Andreis
Sé que desde lo periodístico no es ético hablar de esos casos. En fin, siempre lo ético tiene una mirada subjetiva. No obstante, intento seguir esa línea. No avanzó sobre los casos particulares. No doy nombres ni señas. Ni lugares ni fechas exactas. Solo me refiero como una contracara de la realidad que estamos atravesando y nos arrojan como una cultura del proteccionismo imaginario. Recién acabó de ver los informes sobre los contagiados en Villa María y la región, que exponían desde el COE. Las voces que me llegan, casi siempre en tono bajo y detrás de unos ojos grandes y asustados. “La mierda que está jodida la cosa en la ciudad… el bichito se ha venido con todo”. Murmuran, como esperando la llegada de la parca. La pregunta me brota sola ¿Cuántos muertos hubo? Ninguno, me disparan con vocalización de reto. “Pero son positivos… Y no se sabe hasta cuándo van a alcanzar las camas en el Hospital. Mirá que debieron cerrar una clínica porque todo el personal médico y paramédico está contagiado”. Se refiere a la Cruz Azul. Interrogo nuevamente ¿Algún caso fatal? “Noooo” me lanzan a la cara como embroncados.
Toda pandemia es sinónimo de muertes. Lo fue siempre. Si desde el primer día que nos encerraron en nuestras casas, nos fueron mostrando fosas comunes en el cementerio de San Vicente en Córdoba. La primera discusión era si alcanzaba para 400 o 2000. Después nos olvidamos. Una y otra vez llenaban las pantallas y las tapas de diarios con las imágenes que llegaban desde España o Italia. Aterrorizaban. Un escenario dantesco. Eso sería nuestro futuro. Claro que puede ser. Por el momento y ha 180 días estamos muy lejos en los guarismos.
Se turnaban en nuestra ciudad para jugar al “Cuco”. Si tenías más de sesenta es como si estuvieses en tiempo de descuento. Un tincazo del Corona y adiós sin poder dar el adiós. Los casos letales que nos comunicaron, no eran de la villa. Todos de afuera y con enfermedades preexistentes. Pobres.
Intento contraponer otra revisión. Nadie quiere los muertos. Ningún tipo de muertos. Se entiende… Ninguno. Afortunadamente la ciudad no tiene muertos por COVID19. Y es de esperar que no los tenga nunca. Claro, no quiero ni puedo olvidar que las pandemias tienen una estrecha relación entre la vida y la muerte. En los últimos tiempos emergieron situaciones colaterales. Que no se las tuvo en cuenta aquel 20 de marzo. Después, siempre después como el tango, Juntarse en familia puede tener como colorario, detención, multas y escraches. Lo mismo si andas sin barbijo. Barbijo que la OMS (Organización Mundial de la Salud) llevó casi mes y medio discutiendo si era necesario o no. Ahora, andar sin el mismo, era casi como en el tiempo de los hombres de verde, no portabas tu documento. Van ganando la batalla del miedo. Todo sirve para justificar el encierro. Si hasta parece existir un orgulloso sentir patriótico, el andar espantado. Siempre hay lugar en cada quien, para que ingrese el pánico.
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Una amiga me llama esta tarde indicándome… “Otra autoeliminación en la ciudad. Es un hombre joven – le da cierta cosa decir suicidio –. También a mí. Prefiero usar algún sinónimo. Intenta agregarme detalles. No los quiero, ya es tarde y no aludiré a ellos.
Al despedirse, antes del saludo final, agrega…” fíjate y contá bien que desde que empezó la cuarentena, con este joven, ya serían trece… trece. Los suicidados”
Cuando desde el Poder municipal, provincial, también el nacional, nos achicharraron con relatos fatales, nos prometían alertándonos sobre muertes y más muertes. Y así sucedió. Solo que de los 13 aludidos ninguno murió de este Covid 19… es decir por dicha enfermedad. Todos por determinaciones fatídicas. Trece… muchos de temor, otros de angustia, otros encerrados por la economía; la incertidumbre y la soledad mastican las vísceras… Seguramente más de uno debió suponer que las voces provenían del más allá. Aterrorizan y dan aprensión. Sigo preguntando ¿Con tantas de estas decisiones irremediables e irrevocables, seguirán asustándonos? Me Interrogo. ¿Alguien se hará cargo de estos seres que despavoridos y espantados prefirieron irse antes?
No está bueno hablar de las autoinmolaciones… Tampoco está bueno hacer silencio cuando la cultura del miedo se ha robado el poco stock de cordura que nos quedaba… (Sobre que hay poca, la pisotean)


