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Miguel Andreis

Prócer, se busca.

Escribe: Raquel Baratelli

A ver, chicos, próceres como los de antaño no vienen más.

Aquellos pibes, hacedores del  memorable Mayo de 1810, varios de ellos ilustrados conocedores de leyes y política, otros avezados en estrategias militares, algunos incluso  formados en Europa; entusiastas patriotas que, fogoneados por la acefalía real, no sólo soñaron en forjar la independencia del virreinato del Río de la Plata, sino que trabajaron  por conseguirla.

Comprometidos con la causa de la revolución, supieron limar diferencias, entender y encarrilar el malestar popular que aglutinara a la población para unirse a la lucha, sin más promesas que el logro de una república libre.

Todos aquellos muchachos impetuosos y decididos, hoy nuestros próceres, pasaron las mil y un penurias, en un mundo sin comunicaciones inmediatas, un territorio extenso y dividido por intereses unitarios y federales, realistas y renegados, plagado de espías y traidores, a pesar de las diferencias conceptuales, políticas y estratégicas, entendieron que la unión hace a la fuerza y fueron para adelante hasta lograr su cometido.

Hoy, y en cada 25 de mayo, celebramos el inicio del camino hacia la independencia de nuestra nación, sin desconocer que quienes lucharon inclaudicables fueron hombres y mujeres de carne y hueso, comprometidos con sus ideales hasta las últimas consecuencias; quienes antepusieron los intereses colectivos a sus propias mezquindades.

Es preciso destacar, además, que entre los integrantes de la primera junta, había posturas disidentes entre, moderados y radicales, incluso partidarios de gobernar en nombre del rey, y sin embargo, acordaron aprovechar las circunstancias y trabajar codo a codo.

Seguro que hubo encendidas discusiones y fuertes discrepancias y una vez formada la junta de gobierno no habrán faltado jugarretas, dimes y diretes, pasadas de facturas y demás yerbas propias de la política, hasta un par de muertes dudosas, como la de  Mariano Moreno.

Qué decir de quienes lucharon a bayoneta limpia en frentes de batallas inhóspitos, poniendo el cuerpo a todo o nada y de quienes sus líderes, como Belgrano y San Martín, que murieron enfermos y en la pobreza más absoluta.

En fin, viejo, mucha agua ha corrido bajo el puente, mucha sangre quedó sin mencionar en la línea de nuestro tiempo pasado; aún después de tanto revisionismo histórico, podemos contar esa parte de nuestra historia sabiendo que detrás de los nombres de cada prócer habrá anonimatos injustos o pecaremos de algún reconocimiento desmesurado; posiblemente alguno de los nombrados serán adjudicatarios de bondades o maldades que nunca fueron y habrá uno que otro retoque cinematográfico que nos lleve a creer que aquellos pibes fueron superhéroes de otro mundo.

Pero ninguno de quienes vivimos este presente, en este país libre y soberano, con las falencias que sobrellevamos, en medio de desórdenes y crisis institucionales, de luchas desmedidas por el poder entre las filas políticas de quienes en algún futuro serán nombrados en la línea del tiempo pasado; ninguno de los que anteponen sus propios intereses a los colectivos, ni aquellos que reniegan de la independencia otrora conseguida; ni uno podrá decir que aquellos muchachos idealistas no se la jugaron.

En los tiempos que corren, más allá de escarapelas prendidas en el pecho y banderas extendidas en el balcón, es justo homenajear a los próceres que  dieron inicio al país que habitamos, trabajando juntos por un buen presente y un futuro mejor, anteponiendo siempre los intereses colectivos y el bien común por sobre las muchas mezquindades propias y las ansias de poder desmesurado.

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