Nos vamos poniendo viejos.
Escribe: Raquel Baratelli.
Anoche me metí en la cama, miré el reloj del celular, calculé las horas que iba a dormir antes de que sonara la alarma para levantarme e ir a trabajar el lunes. Hoy me despertó la alarma y ya es viernes. Yo no sé, viejo, La vida está siendo demasiado corta, en un abrir y cerrar de ojos me pasó la semana por encima, qué digo la semana, el año, la vida.
Quien diría, parece que fue ayer, cuando te sentabas en el suelo a lo indio, se te cayó el primer diente; años después te llevabas por primera vez una materia del cole y jugabas al futbol; no llegaba nunca la hora de ser grande y hacer tu propia vida; y cuando fue que trasnochabas y funcionabas al día siguiente?
… Nomás la semana pasada cumplías treinta y tenías toda la vida por delante, ibas a hacer mil cosas, estudiar, recorrer el mundo, “plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”, como dicen… Tanto esperar la felicidad, viejo, siempre creyendo que tu momento estaba por llegar, que más adelante la vas a pegar, siendo un tipo/a de éxitos, facha, guita, de esos que la gente admira, referente, influencer… un capo/a, ¡bah! Tanto dejar para mañana lo que pudiste hacer ayer.
Hoy, pisando los sesenta, preguntando cómo y a dónde se te fueron los años tan rápido. Ahora con toda una vida por detrás y quien sabe cuánto por delante. Viviendo a toda máquina, haciendo mil y una cosas… pero no de esas que habías planeado hacer años atrás. Cada semana dale que va, levantarse, trabajar, cocinar, comer y dormir, levantarse otra vez, trabajar, cocinar,… la pausa del finde no es otra cosa más que abrir un ojo el sábado y ¡puf!, en un santiamén pasaron reuniones, cumples, siesta y el Lunes otra vez…Levantarse, trabajar, cocinar…
Es que en esta vida citadina y agitada que llevamos, realmente el que no corre, vuela… tal como pasa con el tiempo, se vuela y no sabés cómo hacer para detenerlo, o por lo menos ralentizarlo.
Dicen que es un síntoma de vejez, que en la juventud los años no pasan nunca, que la percepción del tiempo cambia según las expectativas de futuro que se tienen, de acuerdo a la edad. Sin embargo, ahora que llegaremos tranquilamente hasta los 120 años, a los sesenta tenemos mucha vida por delante y el paso del tiempo debería sentirse más lento. ¿Será que todavía tenemos el chip de la tan temida tercera edad, sinónimo de viejo choto, inútil y molesto?
Tendremos que deconstruir también el concepto de edad, vivir el presente, no pensar con pesar en lo que ya pasó y en lo que falta por pasar. En fin, la cosa es vivir y disfrutar la vida, desacelerar un poco para poder atesorar los buenos momentos, tengas la edad que tengas, nunca viene mal.