iStock-475828054
Imagen de Miguel Andreis

Miguel Andreis

Mucho para hablar, nada que decir.

Escribe: Raquel Bartelli.

Gajes de la modernidad. Todo se sabe, todo se dice, la información cae de todas partes y se distribuye a toda velocidad por cuanto medio de comunicación exista. Hoy, es impensado que alguien se quede afuera de una conversación o de un chat por no saber de qué se está hablando.
Si no podés aportar nada sobre la serie más popular o la vacuna del momento, el pronóstico del tiempo, las causas del cáncer, los dilemas de la moda en pandemia, las energías sustentables… fuiste. Como si nada, en cualquier charla entre mortales compartimos saberes, mejor dicho “cosas que escuchamos por ahí”, de los más variados temas y que vamos repitiendo con añadiduras propias de nuestra ignorancia, “ignorando” que la mala información desinforma; podemos llegar a transformar hasta las más brillantes tesis científicas en barrabasadas que nada tienen de ciertas.
Somos capaces de tergiversar cualquier información sin que se nos mueva un pelo. Que hay “animales que son plantas porque hacen fotosíntesis”; “que las criptomonedas salen de una caverna que tiene electricidad natural”; “que los parabenos son malos porque te comen por dentro”…cualquier temática nos viene bien. Así, twiteamos soluciones caseras para acabar con la inflación o metodologías para enseñar matemáticas en la escuela, difundimos por Facebook recetas de cocina, análisis socio políticos y quejas de todo tipo, disertamos por WhatsApp sobre remedios caseros, filosofía, chimentos, culturas orientales, historia y sociología sin que se nos mueva un pelo… Quien más, quien menos, nos hemos vuelto consejeros, manos santas, yoguis experimentados, gimnastas, jueces, analistas… sabios pensantes superficiales, oyentes demasiado hablantes, simples difusores de saberes populares. En definitiva, viejo, qué decirte? En este mundo moderno se habla demasiado, mucho más de lo que se dice.

Compartí este articulo