Por Raquel Baratelli
Ya que este aislamiento nos ha obligado a reestructurar y repensar tantos asuntos, podríamos reconsiderar también el día de la madre, evaluando su significado en su justa medida, más allá de lo comercial. Empezando por la Sintaxis, deberíamos decir día de “las madres”, en plural ya que hay muchas mamás en este mundo; si bien la Biología indica que cada hijo tiene una sola, la Semántica podría corregirnos ya que cada persona puede tener madres del corazón, como se dice, y estas serían la cantidad que cada cual sienta, tías, amigas, hermanas, abuelas, habida cuenta de que ahora también puede haber dos madres reales, considerando al matrimonio homosexual. Y ya que estamos, apelando a cuestiones de género, a estas alturas deberíamos dejar de circunscribir el término madre sólo a una mujer, aunque ahí entraríamos en conflicto con la mitología y las creencias ancestrales para quienes el origen, la fecundidad, el cuidado, la maternidad y otras cuestiones cosmogónicas están ligadas estrictamente a lo femenino. Sin embargo, si analizamos el género gramatical de la palaba Madre, veremos que la misma no termina ni en “a” ni en “o” sino en “e”, dándole una neutralidad muy llamativa que se adecúa perfectamente a los requerimientos actuales en el ámbito del lenguaje inclusivo. Entrando en lo estrictamente emocional, el cuore nos manda a elegir como madre, más allá del alumbramiento y la consanguinidad, a quien nos ha brindado afecto, cuidado y contención desde la infancia, que por un temita cultural este rol es asociado con una mujer. Finalmente, si ahondamos en la psicología, flor de quilombo se nos va armar con Edipo, aunque tal vez sería de alivio para él considerar el rol que se le asigna a una madre. O sea, chicos, fácilmente podemos deducir que esto del día de “Madre“ en aislamiento y el lamento cuarentenal por no poder “abrazarle” en su día es un asunto menor.
