00
Picture of Miguel Andreis

Miguel Andreis

Los pies sobre la tierra.

Donde hubo inteligencia, esperanzas quedan.

Escribe: Raquel Baratelli.

En este mundo terrenal en el que nada vive sin agua, tierra de animales y plantas; planeta de aires, vientos, tormentas y fuegos, mundo de ambientes diversos, de suelos desérticos, selvas y mares, frágil pero equilibrado.

Precisamente en este planeta tierra  los humanos hemos logrado sobrevivir y desarrollar nuestro potencial, destacándonos en el reino animal por nuestra capacidad de adaptación.

Por encima del resto de los seres vivos, se sabe que el humano ha evolucionado con inteligencia y creatividad, características que nos han permitido modificar el entorno a nuestras necesidades. Usar herramientas, ser sociales y lograr comunicarnos entre nosotros son elementos básicos del éxito de la civilización.

Así, pasamos de ser recolectores a cazadores y luego a productores; de nómades a sedentarios,  de vivir en cuevas a construir edificios de departamentos,  ciudades llenas de calles, shoppings  y puentes. Experimentamos la vida en sociedad, comprendiendo la necesidad de lo colectivo, afianzando la integración global de nuestro mundo, inventando la educación para profundizar el conocimiento del universo que nos contiene. Nuestra genialidad no tiene límites, chicos.

Llegamos a comprender los procesos naturales que rigen nuestro ser y nuestro entorno, a crear ideas que cambiaron el mundo para nuestra conveniencia y desarrollo; hasta inventamos la religión para apaciguar las almas, dar explicación a  fenómenos desconocidos y responder a la pregunta fundamental de nuestra existencia,” de dónde venimos”.  

Desarrollamos ciencia, para entender cómo somos y determinar hacia dónde vamos. Curiosamente evolucionamos acrecentando nuestra absoluta soberbia autoproclamándonos lo más de lo más, dueños y señores del universo. El pensamiento religioso afirma sin más que somos  hijos directos y predilectos del creador y  justifica que hagamos uso y abuso de todas las demás creaciones de la tierra, eximiéndonos de culpa y cargo desde el mal comportamiento de Adán y Eva en el paraíso. La ciencia y la tecnología nos permiten sostener la longevidad, sobrellevar los cambios etarios de nuestro cuerpo, enfrentar  enfermedades; elaborar alimentos, desarrollar un uso eficiente de los recursos, como así también, entender el daño ecológico que causamos a nuestro ambiente en pos del desarrollo de la sociedad civilizada.

Sin embargo seguimos usando  nuestro conocimiento para  contaminar el ambiente con plásticos y deshechos, gases y agroquímicos; fabricamos armas letales y sostenemos guerras.  Producimos  alimentos pero sostenemos el hambre de muchos, creamos  bienestar a costa de malgastar los recursos naturales.  

En definitiva, chicos, nuestra inteligencia nos hace tan brillantes, tan superiores al resto de los seres del planeta, que nos olvidamos de cuidarlo; todo vale por  ganar la carrera del desarrollo, ensimismados en la economía, la política y el poder, ignorando que este mundo terrenal del que somos una minúscula  partícula se nos viene abajo.

A pesar de saber que la pérdida del ambiente es un hecho, que la ciencia nos permite cuantificarlo y darnos cuenta de que  el cambio climático vertiginoso que estamos sobrellevando es un proceso que no tiene marcha atrás y que las acciones para intentar ralentizarlo deben ser globales y urgentes, decidimos seguir adelante, sin pensar.

A ver si entendemos que evolucionar no es derrochar, malgastar, corromper y destruir; el desarrollo de la humanidad no se sostiene separándola entre primer y tercer mundo.

La inteligencia y creatividad que nos distingue en el reino animal debe servirnos para perpetuar nuestra especie, no para eliminarla. Será que tanto vivir con zapatos,  trasladándonos sobre ruedas, acostumbrados al asfalto, tanto tomar agua en botella, comer alimentos envasados, respirar aire contaminado y escuchar ruido permanente nos atonta.  

A ver chicos, mientras quede un tiempito procuremos bajarnos del pedestal y de las ruedas, busquemos un cacho de tierra para caminar descalzos, en una de esas, ese contacto nos despierte… A estas alturas es poco probable, creo, pero quién te dice.

Compartí este articulo