Escribe: Cristina Pablos.
Si para todo el mundo será difícil retomar la vida más o menos normal después de la pandemia, para los argentinos será una tarea titánica, después de seis meses de cuarentena. La revista The Lancet Psychiatrics, en agosto, ya había alertado sobre la posibilidad de que las medidas de aislamiento tomadas contra el covid podían producir un impacto significativo en la salud mental de la población mundial. Los intentos de suicidios (algunos concretados) se multiplicaron debido a la ansiedad y a la depresión. El encierro ha modificado hasta la manera en que soñamos (si no somos presa del insomnio). La angustia, los miedos detonados por el contexto sanitario, nos están convirtiendo en “alliens”. Después de la pandemia del coronavirus quedará otra pandemia: la del analfabetismo, la extrema pobreza, que afectará, principalmente, a los niños.
Para hablar sólo de Argentina veamos los siguientes números: 18,5 millones de argentinos será pobre; 2,8 nuevos pobres. Es decir que, de 45 millones de habitantes, el 20% será pobre; el 56 % de los niños; 10,5 % en indigencia. Esto afectará, mayormente, a los niños entre 6 y 16 años; 4 de cada 10 argentinos será pobre. Si estas no son cifras más que alarmantes es que estamos mirando otra película.
En cuanto al trabajo, se habrán perdido 3,5 millones de empleos. Agreguemos a esto que, por la desconfianza que genera el gobierno, se han ido de Argentina muchas empresas importantes; algunas a Brasil, a Uruguay o a Paraguay.
Mientras, y mal que le pese a los gobernantes, Argentina lidera el ranking de muertos por millón de habitantes, por covid. Hubo 223 feminicidios en 9 meses.
Si el presidente no despierta de su letargo y encamina el timón hacia algún puerto, tanto en lo económico como en lo social, se le tornará más difícil después controlar el descontento general que sobrevendrá.


