Escribe: Cristina Pablos
Convengamos que ni la pandemia, pero sí algo la cuarentena prolongada tuvieron mucho que ver, porque la tragedia educativa argentina ya lleva varios años.Si hubo algo en lo que el mundo entero coincidió (excepto Argentina) durante el Covid fue: las escuelas es lo último que se cierra y lo primero que se abre; ya que la educación es el único modo de igualar y contener. Tanto Unicef como la Sociedad Argentina de Pediatría no aconsejaban el cierre prolongado de las escuelas. No lo hizo ningún país, incluido Cuba. Se comprobó que, con cada año de estudio que pierde un joven pierde el 80% de su adultez. La prueba de nuestra educación deficiente la dan las pruebas PISA cada año.“Si un país pretende que sus empresas prosperen en los recursos para su producción, debe invertir en I+D (investigación más desarrollo). La economía argentina debe insertarse plenamente en la sociedad de la información y el conocimiento. Se debe incentivar el aprendizaje desde la infancia” (Argentina primero- Martín Redrado)Sucede que, en Argentina, especialmente en lugares gobernados por la oposición, los que deciden son los gremios; CTERA ya ha dicho que hará retención de tareas el 17 de febrero en CABA. Una secretaria de esa agrupación gremial llegó a comparar “la acumulación de alumnos y docentes en las escuelas con la de una fiesta clandestina” ¡EPA!Hay un millón de chicos que perdieron el acceso a la educación por falta de conectividad, muchos de los cuales desertarán. Los gremios aducen que los colegios no tienen la infraestructura preparada para el inicio de clases; ¿cómo contribuyeron ellos, aunque sea aportando ideas, durante todo el 2020?Coincidimos en que trabajaron y mucho virtualmente al año que pasó, pero la peor tarea la tuvieron los padres, sin ser docentes o los docentes que tuvieron que serlo de sus propios hijos.Ahora, el mismísimo presidente, está convencido que las clases deben comenzar en marzo para “todos, todas y todes” y más allá fue el gobernador de la pcia. de Bs. As., Axel Kicillof, al dirigirse a “los jóvenes y las jóvenas” ¡y pretendemos que nuestros jóvenes hablen bien cuando escuchan esto o términos como “concejala”!Hablando de las fiestas clandestinas; no toda la irresponsabilidad es de los adolescentes, aunque la tienen, pero también la tienen los padres y las autoridades; no escuché ningún discurso dirigido especialmente a los adolescentes, comprometiéndolos con el cuidado colectivo y el de sus mayores, después de tenerlos un año sin conectarse con sus pares, emocionalmente dañados, sin contacto alguno con su grupo afectivo de pertenencia, tan importante a esa edad. Hasta era esperable que actuaran así.Convengamos que fallamos los adultos. Como siempre.


