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Miguel Andreis

La otra pandemia, la emocional.

“Somos seres emocionales que razonan” Dr. Daniel López Rossetti

Escribe: Cristina Pablos

Todos, de una forma u otra, padecemos del “síndrome de la cabaña”. Consideremos a las paredes de nuestra vivienda una fortaleza que atajará todos los virus. Y nos encerramos, con el miedo agazapado detrás del barbijo. Con el encierro se dispara nuestra ansiedad. Sentimos unas ganas locas de apretar fuerte los ojos y pensar que, cuando los abramos, todo será como antes. Nos hicimos celular dependientes (nomofóbicos), esperando un whatssApp o una vídeo- llamada que nos conecte con nuestros seres queridos. Nos invade la suma de todas las tristezas. Lo que siempre está es la ausencia y hasta a las ausencias se acostumbra uno. Le pusimos restricciones hasta a la fantasía. La mayoría estamos viviendo duelos no clausurados.
Más que incertidumbre nos sentimos amenazados por las contradicciones de la comunicación. Con un gobierno insensible que, aparte de manejar mal la cuarentena eterna y la negociación por las vacunas, nos grita, nos reta en vez de contenernos. El Ministerio de Salud de la Nación no envía partes “emocionales” a la población.
El Observatorio de Psicología Social aplicada a la Facultad de Psicología de la UBA, estudia estas emociones pandémicas desde 2020, a cargo del Dr. Etchevers. Quienes tuvieron Covid y sobrevivieron al virus, ya sea que les haya tomado en forma moderada o grave, después del alta epidemiológica hoy padecen secuelas psicológicas. Según este estudio más del 45% reportó ansiedad, entre moderada y severa. Más del 56% percibió síntomas compatibles con la depresión. Casi un 40% cambió su tendencia a pensar en la muerte o el suicidio. El 64% reportó fallas cognitivas (entre leves, moderadas y graves). El 46,3% dijo que su atención empeoró. Y el 43,1% reportó empeoramiento en su memoria.
Pero, nuestro poder de resiliencia y un sistema síquico que intenta defenderse nos hace alegrarnos pensando en nuestras grandes conquistas de cada día.
Según Aristóteles “la esperanza es el sueño de un hombre despierto”. Tendríamos que aplicar este pensamiento si no fuera que en este país hasta la esperanza estamos perdiendo.
Más bien, nos sentimos como la calificación que recibió la Argentina en el mercado financiero mundial: “standalone”: solos, de soledad absoluta.

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