(In Memorian de José Naselli)
Por: José Naselli- Ex Tribuno- Vecino
CONTRAPUNTO
Hace días, la prensa recogió un contrapunto entre la autoridad de intendencia del EDIFICIO DE TRIBUNALES, y la gremial de los empleados judiciales, alrededor de algunos problemas edilicios, que presenta la estructura de calle General Paz al 300, y que afectarían la habitabilidad, seguridad y confort de quienes desarrollan allí, cotidianamente, sus actividades laborales.
Y más recientemente me entero de algunos proyectos sobre un futuro “Palacio de Justicia”, como solución integral y definitiva a las demandas propias de un “hábitat” propicio a las actividades de magistrados, funcionarios y empleados del Poder Judicial.
¿TE ACORDÁS HERMANO?…
Ya en setiembre de 2016, “EL REGIONAL” albergó una nostálgica nota titulada “Recuerdos de mi Villa y yo” en la que refería algunos aspectos de la realidad edilicia de los Tribunales, de hace MEDIO SIGLO.
Entonces decía: “En aquellos años, la práctica tribunalicia exigía cierto “estado físico”, para recorrer un extendido trayecto visitando los juzgados “desparramados” a lo largo de San Martín y General Paz. La “caminata” partía desde los altos de la “Pizzería Antón” (San Martín y Entre Ríos) donde funcionaban las dos Cámaras y el Juzgado de Instrucción.
El edificio era vetusto. La “sala de audiencias” tenía el techo en mal estado, y las palomas anidaban en los rincones del cielo raso. Los gorjeos y arrullos se imponían sobre los interrogatorios, testimonios y alegatos y obligaba a jueces, fiscales, defensores y testigos a alzar la voz.
Luego había que subir al primer piso de otro viejo edificio, (esquina General Paz y Catamarca), donde funcionaba el Juzgado de Paz Letrado, a cargo del Juez Ricardo Brochero, hombre sencillo y afable, magistrado que hizo de la “justicia” un culto.
La siguiente “parada” era el Juzgado Civil ubicado en otra antiquísima casona de General Paz al 300 (hoy es el ingreso al Cuerpo de Bomberos). El “tour” terminaba en General Paz al 500 donde funcionó un segundo Juzgado de Instrucción”.
UN EDIFICIO DE LUJO.
La decrepitud de las casonas era mayúscula. Paredes descascaradas, cielorrasos al borde del desplome, baños de la época de “Mari Castaña”, un aroma persistente a humedad y otras especias, y, sobre todo, un aire tétrico y fantasmagórico de dejadez y desidia.
También el mobiliario era vetusto: armarios endebles, asientos desvencijados, o tapicería despanzurrada. Por ello, la construcción y posterior inauguración del actual edificio de Tribunales, a pesar de algunas fallas estructurales que se advirtieron enseguida, en comparación con lo descripto, parecía un lujo propio de jeques orientales.
Las escaleras estrechas, el endémico mal funcionamiento de los ascensores, y algunas otras deficiencias, eran disimuladas por simple comparación. Ni hablar de litigar simplemente recorriendo las distintas oficinas de un solo edificio, que contrastaba con los anteriores por su amplitud y luminosidad. Pero esto ya es “otra historia”.
UNA AUDIENCIA ACCIDENTADA.
En relación a lo descripto más arriba, voy a remontarme a lo sucedido hace medio siglo en el Juzgado de Ricardo Brochero, El Juez había citado a “audiencia de conciliación” a las partes enfrentadas en un reclamo laboral.
El día y hora previsto, subí las escaleras que llevaban a la planta alta, junto a mi cliente, despedido de su trabajo. Allí nos encontramos con “la patronal”, que, tratándose de una “sociedad de hecho”, sus 3 integrantes estaban presentes junto a su abogado.
Brochero, con gran amabilidad, nos hace pasar a su despacho, una pieza que alguna vez debía haber oficiado de “dormitorio” por sus dimensiones. Frente al escritorio del juez había un viejo sofá del tiempo de Napoleón, y algunas pocas sillas.
El Juez, con amplio gesto de cortesía invita a los “tres patrones” a ubicarse en el sofá, mientras los abogados habíamos decidido quedarnos de pie ya que las sillas restantes eran pocas, una de ellas correspondía al Secretario y otra estaba por ser ocupada por mi cliente.
Todo trascurría en una atmósfera algo embarazosa para los patrones y el ex empleado, nerviosos y expectantes. Luego de unos segundos de indecisión, los “patrones” resuelven sentarse al mismo tiempo, lo hacen con cierta violencia, apoyando sus espinazos en el espaldar común.
Es entonces que el sofá “se va para atrás” y sus tres ocupantes quedan con sus espaldas paralelas al suelo, y las piernas pedaleando en el aire, en una postura más cómica que trágica.
El ruido fue tan grande que varios entraron a ver que sucedía y ayudaron a los socios a reincorporarse. Todo se recompuso luego. El trío volvió a sentarse, esta vez con mayor cuidado. Y luego de algunos “tiras y aflojes”, todo concluyó en un acuerdo.
Los años han pasado.
PERO JAMÁS PODRÉ OLVIDAR LA INDISIMULADA EXPRESIÓN DE SATISFACCIÓN DE MI CLIENTE, CUANDO VIO A SUS EX PATRONES CUERPO A TIERRA, EN UNA SITUACIÓN TAN RIDÍCULA Y HUMILLANTE, COMO INESPERADA. QUIZÁS ELLO LE SIGNIFICÓ UN “PLUS INDEMNIZATORIO”, QUE NUNCA FIGURÓ EN LOS PAPELES, PERO SÍ EN SU CORAZÓN.


