Escribe: Raquel Baratelli.
No son Niños caprichosos, ni adolescentes contestatarios siguiendo los designios de su naturaleza rebelde, son adultos muy maduros, quienes reniegan de toda norma por las dudas. Mejor muerto antes que cumplir con una norma. “Rebeldes sin causa” para quienes “hecha la ley hecha la trampa”, “argentinos hasta decir basta” que se jactan de la gran “viveza criolla”… lisa y llanamente, máquinas de incumplir reglas. Parece que “el ser nacional del argentino” es la transgresión al pedo. Pasa en las calles, en la oficina, pasa en la vida, la cosa es “gambetearla”, viste. Desde colarse en la cola que sea, no respetar velocidades máximas, estacionar doble fila o en lugares reservados, auto medicarse, truchar cuanto carnet exista; mentir la edad, hacerse pasar por jubilado, hasta por discapacitado, si eso te da algún beneficio. Horarios, normas, reglamentos, recetas de cocina, protocolos, restricciones pandémicas, hasta leyes, para el clásico argento todo está hecho para ser incumplido. Es así, viejo, querés hacer lo que se te cante y que nadie te venga a decir cómo, cuándo ni dónde; te burlás de todo aquel respetuoso y obediente “botón” que hace lo que se debe, pero eso sí, admirás el orden del primer mundo y te la pasás renegando de “este” país!… Curiosamente, “éste” es el país que vamos construyendo nosotros mismos, nomás.
Gobernantes, funcionarios y ciudadanos transgrediendo cada día, “la corrupción estructural” que le dicen. “A ver”, este país sos vos, yo, somos todos y quién más, quién menos ha esquivado alguna regla en su vida; una, dos…bueno, pero desoír tooooda recomendación resulta patológico, casi para el diván. Porque hablando mal y pronto, cada cual “puede hacer de su cu… un florero”, pero si chorea las flores del vecino para ponerlas dentro y darse corte, está un poquito equivocado o, para ser más precisa, anda “meando fuera del tarro”.


