A los 82 años y con toda la gloria de otros tiempos falleció el Rey Pelé.
Escribe: Miguel Andreis.
Corría el año 65, gobernaba el país don Arturo Illia. River había armado un equipo interesante y competitivo. El Santos de Pelé sonaba a invencible. Casi galáctico para todos los idiomas. Con figuras de relieve internacional partiendo de un Gilmar. Imponente. Para nosotros media cerca de los tres metros. El otro, paralizaba. Ver en movimiento a ese morocho a quien ya apodaban el REY, fibroso y algo bajo -1,74 media- en juego nos temblaba las piernas. Podía levantarse en el mismo salto. (Incomprensible para esos pibes. Nosotros, de flacas piernas y escasos de vellos, acunando todos los sueños de los cuales muchos nunca se cumplieron, esas piruetas nos daban la sensación de un enorme y majestuoso circo. Purretes que viviríamos una noche inigualable y que, comprenderíamos su real dimensión muchos años después. Tal vez cuando la pasión por este deporte comenzó a señalar desde la admiración a los diferentes. Pelé lo fue. La pucha que lo fue. Seguramente uno de los más grandes de todos los tiempos.
Partimos en tren
El chofer del colectivo que nos llevaba por todo Buenos Aires había estacionado dentro del mismo “Monumental”. El Viaje hasta Buenos Aires fue en tren y, nos subimos, si la memoria no me juega en contra, en la propia Estación de Cárcano. La edad de nuestra delegación oscilaba entre los 10 y 14 años. Puede que algunos más. Eran los alumnos de la escuela Ing. Aníbal V. Sánchez, del paraje de La Herradura. La gran mayoría chicos y chicas del campo, hijos de tamberos. También dispuestos al asombro cotidiano.
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Una inesperada invitación a lo desconocido
Allí, una de las docentes, Elsa Salusso, hermana de mi cuñado, Justo, me invita a sumarme a una especie de viaje de Estudio. Había lugar para tres. Los otros dos que se integraron fueron Fernando Mosquera y Esther Balao. Obviamente que acepté. Recuerdo la imagen imborrable de un docente rural que, por lo menos en mi caso, conocí en ese periplo. Un líder formacional con todas las letras, inquieto, solidario, entrador, activo en las necesidades, el maestro Raúl Torriglia. Todos a su cargo. Calculo unos treinta. Si mal no recuerdo también se sumaron otros educandos de la región. Los nombres y/ o apellidos que me quedaron grabados desde entonces fueron los de Giovanna; Ceravalle, Frossasco, Gilli, Comba y unos pocos más. Fueron 20 días maravillosos, instructivos. Inolvidables de vivencias. Parábamos en los hoteles de Ezeiza donde nos impresionamos con la dimensión de sus piletas de agua dulce y salada. Parecían un mordisco de mar. ¡Cuidado con lo profundo ¡nos alertaban a cada rato. Extensiones de 200 o más metros. Todo sonaba a nuevo y mágico. Tan mágica como “la ciudad de los niños” en las cercanías de la Ciudad de la Plata. El asombro nos invadía era un mundo pequeño. Con todo. ¿A quién se le había ocurrido una urbe para niños? Todo en miniatura. Cada día teníamos una competencia de futbol con colegios de distintos puntos del país.
Cuando Illia nos dio la mano
A don Raúl se le ocurrió que iríamos a conocer la Casa Rosada o de Gobierno y que estaríamos con el presidente Arturo Illia. Nuestros ojos huían de las órbitas. Fuimos. Vino el mismo primer mandatario, con una humildad que achataba, nos dio la mano uno por uno. Era él. Su humildad nos entumecía. Daba la impresión que éramos actores de una película imaginaria. Pero lo estábamos viviendo. ¡¡¡¡¡Nada menos que Illia… el Presidente!!!! No recuerdo quién se sentó en el emblemático Sillón, él, médico cordobés. soltó una risita cómplice.
Conocer al Rey
No terminaban las sorpresas. Don Raúl nos avisó aquella mañana del 6 de febrero que esa noche concurríamos a ver el clásico internacional entre River, equipo donde casi la mayoría éramos hinchas y El Santo. Si lo hubiese dicho otro no lo creeríamos. Quisieron hacernos dormir la siesta. Nadie pudo pegar un ojo. Y partimos temprano. Sin gritan por temor a que alguien se molestara y pegáramos la vuelta.
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La pinta de Gilmar
Los jugadores ensobrados en un equipo blanco y tez oscura -algunos- se bajaron desde su colectivo casi pegado a nuestra ventanilla. Allí estaba Pelé. Siii, Pelé, El Rey. Levantando la mano hacia nosotros que le gritábamos su nombre y mostrando una generosa sonrisa donde afloraba una dentadura tan blanca como fascinante. Una maestra, sin Intención algún observó otra cosa, “mirá qué pinta tiene Gilmar” el único con buzo negro. Se lo dijo a una colega que estaba sentada en el asiento de adelante. Quizás en un tono más alto del necesario. La risa de todos le puso rubor a su rostro por largo rato.
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Los millonarios cumplían 120 años de vida y querían celebrarlo con un enfrentamiento ante uno de los clubes más importantes del mundo El Santos de Pelé o de Brasil.
Nombres que hicieron historia
Esa noche vimos muchos fuera de serie. Ninguno como Pelé. Una gambeta extraña y desamparada. Nunca se sabía a quién dormiría. Sus piernas como troncos de músculos que le permitía soportar todos los golpes, pero además empujaban la redonda de cuero con la velocidad de una saeta, sin embargo, a muchos lo que más nos sorprendió fueron sus cabezazos. Saltaba y en el aire se elevaba más como empujado por un invisible resorte.
Decimos que en ambos equipos hubo numerosos cambios: Amadeo Carrizo le cedió los tres palos aun pibe alocado recién llegado, de largo flequillo y una vincha, Hugo Orlando Gatti. En ese encuentro, el legendario guardavalla fue algo más que una muralla, cien murallas juntas. Le tapó todo a todos los que osarán comerle los piolines de la red-.
Santos se impuso por 2 a 1: Goles de los brasileros: Coutiño y Dorval, para River, Sarnari. Ese mismo año Santos salió campeón de la Copa Libertadores.
La formación de los astros vestidos de blanco fue, con varios cambios también: Laercio- Gilmar, Lima, Olavo, Decio, Zito, Formiga, Dorval, Mengalvio, Coutinho, Pelé y Pepe.
Mientras que en los de la franja roja, nuestro equipo, lo hicieron también variando suplentes con titulares, algunos recién llegados: Amadeo Carrizo; José Manuel Ramos Delgado, Marcelo Etchegaray; Alberto Sainz, Vladislao Cap, José Varacka; Carlos Villagarcía, Martín Pando, Luis Artime, Ermindo Onega, Juan Carlos Sarnari; Hugo Gatti, Mario Bonczuk (José Alberto Minore), Eduardo Grispo, Roberto Matosas, Jorge Solari (Ricardo Montivero), Juan Carlos Lallana, Delem, Luis Cubilla….
Poco importa el resultado de aquel encuentro para aquellos que tuvimos la fortuna de ser testigos de semejantes figuras. Un hecho inolvidable del fútbol latinoamericano. Jamás olvidaremos el talento de ese hombre que ayer, 29 de diciembre de 2022, a los 82 años, se despidió de la fase existencial. Su figura seguirá siendo imperecedera para los pasionarios de este deporte. En los personal y seguramente en las retinas de los compañeros/as de travesía, aquel sí que se convirtió en un imaginario e irrepetible viaje a las estrellas


