Escriba: Raquel Baratelli
Tanta costumbre de desconfiar nos está volviendo paranoicos, estar alertas para atajarse de los engaños es un ejercicio cotidiano que, más allá de estar atentos a lo que nos rodea y no hablar con extraños , nos obliga a ocultar o tergiversar datos personales, a pensar dos veces antes de subir fotos y participar en las redes o a la hora poner claves de acceso a la página de la obra social, banco, tarjeta de crédito, cajero, apps de descuentos, de compras … entre trabalenguas con las letras de nuestros nombres y de familiares, combinaciones insólitas con números de documentos y fechas de cumpleaños, popurrí de nombres de mascotas, lugares y amigos mezcladas con fechas significativas, echando mano a una creatividad insospechada, somos capaces de crear miles de contraseñas rebuscadas, tan imposibles de adivinar o rastrear como de recordar. Con tal de no ser blancos fáciles de hackers o caer en manos virtuales maliciosas nos complicamos a más no poder y a la hora de abrir nuestros sitios terminamos bloqueando usuarios con más frecuencia de la que quisiéramos. Finalmente, nos vemos obligados a anotar nombres de usuarios y contraseñas en algún lugar que sea inaccesible pero difícil de olvidar, de fácil acceso pero en clave para que otros no logren encontrar sin instrucciones precisas; no hay que olvidar que si a uno le viene el bobazo, alguien de confianza debería poder acceder a esa información, lo cual plantea el desafío de esconder pero no tanto. Se puede echar mano a alguna App de archivo y guardarla en el chip del celular con lo cual deberemos recordar un solo usuario y contraseña, pero si el celu se pierde o cae en manos ajenas estamos en el horno. Como si todo esto fuera poco, todas las apps y páginas, cada tanto te solicitan cambiar de contraseña, cosa de que no seas objeto de hackers ni de manos virtuales maliciosas, lo que con el tiempo deriva en un desbalance atroz de las combinaciones que sabiamente pudiste lograr y eventualmente en el bloqueo permanente de tus sitios más necesarios. Como broche de oro o frutilla del postre, hoy en día, hay algunos accesos para los que sólo te piden una selfy o la huella digital, requerimientos imposibles cuando no te quedan huellas digitales legibles y la cámara de tu celu ni te ve. Y si, viejo, en esta vida moderna y desconfiada, tu nombre y apellido, no son nada, tu DNI tampoco. Hoy la vida es una contraseña y habrá que saber vivir con ella.


