Escribe: Por Grupo Radial Centro – Miguel Andreis
Este domingo 1 no fue un domingo más. Casi sin explicación, desde la lógica, si es que la lógica existe, el éter fue un invisible hilo de finitud a la que se montó para galopar hacia lo interminable. Los micrófonos gotearon desandares con formatos de palabras y la magia de radiofonía soltó sus brújulas y sollozo. La luz roja titilaba pidiendo sonidos con su timbre. Mario Pereyra, este sanjuanino- cordobés se llevaba consigo la consideración de millones de personas. 77 años, y ese bichito de ojos rasgados llamado COVID 19, metía otra puñalada letal en el corazón de la sociedad argentina. Ya no solo cordobesa. Su voz, ni mejor ni peores que otros miles, atraía, atrapaba, seducía… Este hombre fue, hasta estas horas, por años la compañía elegida de mujeres y hombres para que, cada mañana, les contara lo que pasaba en la Docta y el mundo. Quizás que el lunes, con un nuevo sol, la faltante tintinee de otra manera y, los receptores comprendan que algo no volverá a ser igual. Jamás será igual. No estará “Mario”, el polémico, atrevido sin pasar los límites, temerario desde los vocablos. Queridos por algunos y reprobado y descalificado por otros. No vivía del amor que le prodigaban ni del odio que se supo ganar desnudándose en cada editorial que paría desde sus convicciones. Hacía muchos años, en la temblorosa San Juan, con otro pibe, coterráneo, tan soñador como él, entablaron un entrañable pacto de fidelidad eterna. Ese pibe carismático es Rony. Poco conocieron del descanso. Contracción, talento y sinceramiento. Así forjaron un imperio comunicacional: Cadena 3. Ambos sabían que esa amistad no necesitaba de diplomas para sostenerse. Su estilo ya no importa. Un pasional sin tiempo del “Fierrito”. Otros dirán un animal de radio. Y otros, con su carga de miserabilidad levantarán la vista al cielo no para agradecer. Mario logró todo. Menos evitar las lanzas de esos bichos.
Alcanzar la altura que logró Pereyra, es propio de los diferentes. De los desafiantes que no usan escudos protectores. De aquellos que no le escapan a lo que le dictan sus vísceras.
Su voz generaba cierto escozor en la clase política. Una crítica con su estilo podría convertirse en una estocada hiriente a la hora de las urnas. Algunos lo amaban otros traspasaban lo que se encomillaría en respeto. Podría ser compartida o no su ideología. A veces con diatribas sustentables, claro que no siempre. Sus conceptos sabían más de persuasiones que de claudicaciones. Su perfil de comunicador era su voz y la impronta de lo que consideraba su verdad. El hombre llegaba con su mensaje. Bajo ese precepto, crearon un imperio en la comunicación.
Cada quién, abonará a su memoria con diferentes cosas al momento de dejarlo que flote con sus improntas. Posiblemente repliquen una y otra vez aquel encontronazo con el actual Presidente Alberto Fernández, cuando cortante le indicó al mandatario: “Usted miente”. ¡¡No es simple ni cómodo animarse al poder!! Él lo hacía. No obstante, lo que más marcó la dimensión ilimitada de exaltación a su profesión y, que no se conoció demasiado, fue la oferta que recibió para vender la parte de Cadena3 que le pertenecía a Rony y a él, en gruesos fajos de billetes verdes, y ambos decidieron rechazarla. El intento provenía del macrismo. Hay que tener muchas persuasiones y certidumbres para que, en una sociedad, donde se prioriza el Dios Dinero, rehusar la propuesta y seguir levantándose casi al mismo tiempo en se lavaba la cara el sol, porque la radio era el latido y el músculo dispuesto a no claudicar que les marcaba el camino.
Pereyra se convirtió en un símbolo de la radiofonía, del país todo, con seguidores incondicionales y negadores a ultranza. Es el camino de los valientes que están convencidos del valor de las palabras y el objetivo del pensar a su manera. Se fue con sus convencimientos. Como se van los que no pasan en vano por esta efímera existencia…
Desde el Grupo Radial Centro, las condolencias a todos los integrantes de CADENA3, a su familia y a los oyentes que llorarán el vacío de su voz…
Hasta siempre Maestro.


