rampa-silla-de-ruedas-discapacidad-1024x512
Imagen de Miguel Andreis

Miguel Andreis

Derechos y reveces.

Escribe: Raquel Baratelli.

A ver, viejo, al derecho y al revés hablemos claro de una vez. Todo ciudadano tiene derecho a la Ciudad, derecho colectivo que, entre otras cosas, contempla el derecho a vías y espacios públicos, ejes del urbanismo igualitario, integrador e inclusivo, que incluye el derecho a la movilidad y que  garantiza la función social de la ciudad para todos quienes viven en ella.

Sería justo decir, entonces que procurar la accesibilidad de todos y cada uno a los espacios citadinos, no es un tema menor.

Cada persona debería poder vivir su ciudad a pleno, yendo de acá para allá, a trabajar, hacer compras, pagar impuestos, a pasear por los lugares que quiera, caminando, en bici, en bondi, en silla de ruedas, con lazarillo, muletas o bastón blanco, verde o de otro color; sea alto, bajo, flaco gordo, viejo… la ciudad debe ser amigable con todos.

En estas épocas de conquistas y reconocimiento de derechos por la que transitamos en nuestro país, entender que procurar ciudades accesibles en todos sus espacios es un deber del estado, que debe garantizar el derecho, también de las minorías, a transitarlos con autonomía.

No se trata de clavarte una rampa para “escaladores”, angosta y defectuosa para lanzarse de una vereda a la calle y trancarse en el cordón de la vereda del frente, o de hacer una buena rampa con pasamanos para ingresar a un banco de dos plantas sin ascensor; ni de instalar una plataforma para que suba una persona en la silla de ruedas a algunos colectivos, que el propio chofer deba bajarse a colocarla y sacarla llegado el caso.

¿Qué autonomía puede tener una persona con ceguera entre veredas rotas y con obstáculos, semáforos de cruce peatonal sin sonido, cartelería que no está en braille, taxis que no admiten lazarillos? ¿Cómo puede arreglárselas  libremente una persona con enanismo, cuando los mostradores de todo tienen una altura “estándar”, igual que los botones de ascensores, los bancos de una plaza, las silla de salas de espera y de cines, los cajeros automáticos? ¿Dónde se sienta alguien con obesidad en un ómnibus, cómo hace para entrar en un baño público? 

Todavía hay escuelas que no cumplen con normativas de accesibilidad, oficinas públicas, cines, teatros, plazas estadios, hasta hospitales en los que se dificulta transitar.

En fin, quien no “padece” la ciudad y su falta de accesibilidad porque responde a los estándares físicos de la “normalidad” es posible que no se dé cuenta de la cantidad de obstáculos que hay que sortear y  aunque haya mucha gente dispuesta a ayudar a un “cieguito” a cruzar la calle, levantarle la silla a un ”lisiado” en cada escalón de la plaza, no es justo, para las personas que tienen alguna discapacidad, tener que depender de la buena voluntad y ayuda de los demás para moverse en la vida.  

Los gobiernos y funcionarios tienen la obligación de analizar hasta el más mínimo detalle para procurar una verdadera inclusión de las minorías en la ciudad, no sólo en la calle y en espacios públicos, también debe exigir y controlar que los privados, negocios, bares, cines,  bancos etc. procuren la accesibilidad autónoma de todos, sin embargo, también es necesario  apelar a la sensibilización de la sociedad ante las dificultades de transitabilidad de los espacios, con las que muchos se enfrentan día a día,  para así garantizar  entre todos el derecho a la ciudad.  

Compartí este articulo