Escribe: Miguel Andreis.
Es indudable que los argentinos estamos transitando uno de los momentos más difíciles y confusos, complicados desde el orden que se lo observe. Naufragamos entre una anomia y anemia del poder, lo que implica un alto riesgo de convivencia o de desintegración. Carecemos de brújula ideológica y nos asentamos en un atravesamiento cultural que, muy posiblemente sea lo más difícil de recuperar.
Mucho más complejo que lo estrictamente económico: hemos perdido el inmenso valor de la “cultura del trabajo” que trajeron nuestros antepasados. Recuperarlo será una odisea.
Hoy, en el contexto cotidiano eso se ha perdido, lo mismo que la meritocracia. Nada que implique esfuerzo, básicamente para las nuevas generaciones -no para todos-, muchos quedarán fuera del lazo, pero no la mayoría, el esfuerzo es responsabilidad del Estado, sin comprender qué es el mismo.
Para quien firma este escrito, la mayor dificultad transita por asumir que las herramientas constitucionales que tenemos se han vuelto inservibles desde hace años. Décadas. Aludo a las normativas democráticas que nos contienen. Más puntualmente la vetusta y usada perversamente “Democracia representativa”, a la que se define también como gobierno representativo o democracia indirecta. Seguramente en otros países aún funciona. Tengo mis dudas, pero acepto otras miradas.
La tienen muchas naciones del mundo occidental. La misma proviene con ese nombre de Alexander Hamiltón quien la difundió en el mil ochocientos, tomando como base lo que regía en Estados Unidos o en la misma Francia después de 1789, en la llamada Toma de la Bastilla. Todo eso se fue puliendo. Allá. En cambio, el reino Unido está en el marco de monarquía parlamentaria. También con sus intersticios. Algo menos dañinos pero un poco más perfeccionados.
Fabrican la pobreza y con ellos aseguran los votos: es decir el poder.
Lo primero que nos enseñan es que la “democracia representativa” se constituye en la más eficiente. Veamos. Se nos indica que un grupo pequeño de personas, ungidas por la voluntad popular, toma la palabra y acción en figuración de un número absolutamente mayor. Así se constituye el Poder Ejecutivo; Legislativo y Judicial.
Eso, intentan dar cuenta, que es lo más eficiente para las masas. Ha quedado demostrado que, si no es una falacia, en algo se le parece mucho.
Subsiste al descubierto que ese acotado grupo de electos (Legisladores), que la inmensa mayoría del pueblo desconoce, pero los votó, habla en nombre de las totalidades. Lo que la historia nos indica que para nada es así, salvo escasas excepciones. Esos pocos, que los muchos pusieron con sus nombres en una urna, termina con aquel precepto constitucional: “Que el pueblo no delibera ni gobierna a través de sus representantes”. Más claridad para anular el pensamiento colectivo, imposible. Sirven para lo que sostienen el poder, no para el pueblo.
Argentina ha transitado por años lo que es el “populismo”, donde la voluntad del conjunto queda anulada por el pensamiento de uno, o de unos pocos. Sería muy extenso de extenderse en ejemplos. Si bien el peronismo lleva por más años esa bandera, no ha sido el único.
Sucede que en los últimos años esto se fue agravando, siempre con los instrumentos que da la Constitución. Primero se incrementó la “fábrica de pobres”, luego a los mismos se los comenzó a llenar de subsidios y planes, cuando no jubilaciones sin requisito alguno. Todo lo más alejado posible del concepto esfuerzo.
Al llegar la hora de elegir lo que indica esta democracia, es decir elegir un nuevo mandatario, desde el poder ya tenían un gran número de votantes cooptados por los datos señalados, pero, además, con el anulamiento del poder judicial donde la corrupción crecía y crece exponencialmente, tanto como la impunidad, con lo que tenían asegurado el poder nuevamente. Y la máquina de destruir no dejaba nada a su paso. Solamente con preguntarnos cómo es posible con tanta ignominia del poder, no haya, apenas unas vergonzosas excepciones, de políticos y funcionarios presos.
Tampoco se ve en este momento, con este presidente Libertario que juró llegar para cambiar absolutamente todo. Quizás que el manejo de los tiempos en dicha vertiente, para él sean diferentes.
Habrá que esperar. No será un camino fácil y menos aún gratuito.
La importancia de una democracia Participativa
Muy posiblemente sea necesario, casi imprescindible comenzar a analizar otro tipo de democracia como la Participativa donde el pueblo a través, de otras definiciones, puedan aplicar un referéndum o revocatoria de mandato, sin tanta burocracia, nos sea viable cambiar a quienes gobiernan o dictan leyes. De lo contrario nos seguirán haciendo creer de nuestras libertades y derechos, del nunca transparentado valor del voto que ponemos cada cuatro años, mientras tantos los electos hacen lo que quieren con la sociedad.
Tal vez, el debate ya no pase por la elección de un partido o candidato (la última fue una opción), sino por el buscar un instrumento, en una nueva democracia, lo que permita a las mayorías consumar lo que no hacen quienes gobiernan hasta hoy: Sacarlos. Elegir lo que dictamine una masa y no una minoría que es resguardada en el Congreso.
Basta de creer que estos últimos nos representan, y no hago referencia al actual mandatario sino a instrumentar un sistema que sirva para cambiar finalmente a quienes deciden, gobiernan. El poder hegemónico de las minorías, escondidos detrás de votos que dudosamente representen los intereses de las absolutas mayorías, ya no sirven. Solo basta observar la realidad y las consecuencias que nos envuelven.
De continuar este carnaval de impunidad y confrontaciones que no van a fondo, lo próximo que se viene es la lucha de secesión -separación- de las provincias. Y lejos de ser una utopía ya son varios los mandantes provinciales que, en silencio engañoso, lo vienen analizando.
Tal vez, cuando la lucha comience a darse por la bandera de una democracia participativa, comience a verse otro camino de salida. Queda claro que las dictaduras cívicas militares han sido tan o más dañinas que esta cuestionada Democracia, no obstante, ninguna mejora la calidad de vida del ciudadano…
Vale recordar que las luchas entre Federales y Unitarios duró 60 años de sangre…
Da la impresión que algunos quieren volver a esos caminos de una historia de la que nadie quiere hablar.