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Miguel Andreis

Cuentas de aquí y de allá.

Escribe: Raquel Baratelli.

…por 6, le sumo 18, dividido 4, más 300 y 5 que me llevaba, menos 75, me quedan…

No hay caso, por más cuentas que hagas siempre  falta. Es que en este mundo moderno en el que el billete es lo único que cuenta y el consumismo nos consume, es difícil que las cuentas cierren. En la permanente pulseada entre el Debe y el Haber ya sabemos quién gana. Hace demasiado tiempo que los bolsillos de los argentinos vienen adelgazando,  hoy cobrás, mañana pagás algo y el resto del mes la piloteás entre el fiado y la tarjeta. Así, vas por la vida cacheteado por la inflación y perseguido por los precios que suben y suben. Vivís esperando el aumento de sueldo, el aguinaldo, las horas extras, y cuando llegan, igual no alcanza. Pero que no decaiga, viejo,  todo tiene “una de cal y otra de arena”, fijate que cuando todo está caro, valorás más aquel sweater de pura lana que te tejió tu abuela y el viejo gamulán heredado, que duermen en el placar hace veinte años, redescubrís las polainas, reaprendes a zurcir las medias, a reutilizar los envases, a arreglar los electrodomésticos; subís a nivel gourmet el nunca bien ponderado guiso de fideos, consumís menos aceite; buscando precios caminás más, pensás dos veces antes de subirte al auto, usás la bici…

En fin, la austeridad trae sus frutos, estimula el reciclaje, la conciencia sobre el cambio climático y la necesidad de optimizar los recursos, despertando el romanticismo de la media luz; demuestra que andar al grito de la moda  ya no está de moda, ahora la onda es recuperar; que las vacas sufren y la costumbre argenta del asadito del finde es un lujete que hay que dejar sólo para grandes ocasiones. Además, la malaria de bolsillo amplía el léxico, difundiendo conceptos como sustentable y sostenible, incluso incorporando palabras del inglés tales como vintage; incentiva la solidaridad entre vecinos que recurren al trueque, a los pules para llevar y traer los peques al cole o para ir al laburo.

Está claro que en tiempos difíciles se agudiza la el ingenio para salir adelante, descubrís tus habilidades ocultas para hacer artesanías, tortas y dulces, cosa de ganarte un mango extra y  entendés aquello de que siempre se podría estar peor, que no hay mal que por bien no venga y todo ese chamuyo.

Si lo mirás bien, los tiempos de vacas flacas, son una “desgracia con suerte” que te llevan a ser menos derrochón y más agradecido de lo que hay, siempre que haya.

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