Enero de 2023. Observó por el amplio ventanal, bajó la vista y recordó aquella frase de un poeta ruso, cuyo apellido le costaba pronunciar: «cuando las aguas bajan demasiado las hormigas se comen los peces y cuando…».
Escribe: Miguel Andreis.
Aplacar el volcán
Tuvo la certeza que algo de eso estaba ocurriéndole al país. Teme un final con sangre. Sólo que ahora la lucha entre los peces y las hormigas iba a ser diferente. Demasiadas confrontaciones como para no preocuparse. Enormes bocanadas de odio estallaron y ya no será fácil aplacar ese volcán. Es un momento asimétrico y la asimetría, a las democracias suele masticarles las vísceras.
Al principio le gustó ese flaco de hablar “ceceoso”, saco desprendido y absolutamente nada formal. No se le parecía a nadie. Decía cosas interesantes. Hablaba de la Justicia y le metía puñaladas a la corrupción. Al menos con eso amagaba o intentaba hacer creer. Hacía cosas que entendía servirían para “cimentar una nueva Argentina”. Ejemplo citaba “LA TRANSVERSALIDAD” y que el viejo JD Perón, como decía Cristina, ere un viejo de mierda. Luego olvidó la transversalidad y todos los que como el pensaban, la olvidaron totalmente.
Después se fue dando cuenta que el mandatario supo vender muy bien su imagen. Y el hombre acumuló divisas y poder. Jacobo tiene razón, “billetera mata galán”. Era un can mordedor. Al poco tiempo lo dejó sin uñas a quien le había sacado el collar y soltado de la cadena. A quien le había abierto la puerta del canil. El precursor del matrimonio fue aquel acusado de las relaciones con los narcos: Eduardo Duhalde. El flaco de mirar visco le puso distancia. No fue el único que sintió el efecto de las dentelladas. Lavagna se quedó sin codos. Así empezó la historia. El primer manotón se percibió con las regalías petroleras. Algo así como unos 800 millones de los verdes. Nunca se conoció el destino de esos verdes. Los puertos no daban abasto para albergar huracanes de granos y las arcas del Banco Central rompían las balanzas.
Él, pudo demostrar, con mayor cientificidad que otros que “billetera mata ideologías” … al menos a las que están constituidas con gérmenes menos resistentes. El peronismo no deja de ser un buen laboratorio de pruebas… En las cubetas ya aparecía un membretado que decía “Kirchnerismo”.
Siguió mirando el ventanal
Abajo, los peces y las hormigas se desangraban por una subsistencia de ilógicas consecuencias. Primero fue por unos yuyitos verdes… Este flaco de saco desprendido y ceceoso estaba convencido de que el kirchnerismo es una masa amorfa de ideologías que observaban el espectáculo de pie. No hay necesidad de que piensen demasiado, le achacaban al flaco alto. Hacía tiempo que no creía más que se trataba de una expresión representativa de la izquierda nacional, no obstante, la izquierda siempre es necesaria. No alcanzaba con autoproclamarse los referentes de los derechos humanos; ni tener en cada discurso a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, sentadas al lado, ni que los cuadros de Videla y otros asesinos ya no estén colgados en la ESMA. Él quería pensar en el futuro. Estaba casi viejo para seguir poesías de héroes olvidados y villanos impunes. “Sin dinero no se hace política”. Afirmaba. Ella, su compañera, pensaba algo más allá que él, todo era insuficiente, cuando de dinero y poder ser trata.
Hay una nueva especie de hormigas. Quizás que tanto o más que de peces. También un hastío de confrontaciones. De antinomias innecesarias como si nos hubiesen borrado la historia y eso nos diera el derecho de repetir errores. Ella las fue agudizando hasta el infinito. El resentimiento camina descalzo y no hay clavos que penetren esa piel.
No suenan cacerolas ni salen en bandadas los especuladores de picos curvos a comprar o vender dólares. No. Igualmente siente otro miedo. Cada noche revisa una y diez veces que puertas y ventanas estén bien cerradas. Aún así su cama se volvió elástica.
Recordó, casi con culpa, que fue a las primeras marchas convocadas por este patagónico de mirada cruzada y pensamiento fijo. Sentía que lo había estafado él y su mujer. Le daba impotencia recordar las confrontaciones con muchos de sus ex compañeros que aún no estaban decepcionados.
Con algunos ya ni se saludaba.
Caminó hasta la biblioteca y buscó el viejo libro que suele repasar de vez en cuando. No tiene tapa y le faltan las últimas páginas. La que él buscaba estaba señalada con un papel en blanco… leyó pensando en lo que vendrá. Tenía necesidad de mañanas… de muchos mañanas. José Ingenieros había escrito:
Oda a la traición…
“Uno de los lugartenientes preferidos de Napoleón, François Versell, se destacaba por su manejo de la espada y alta temeridad. Bonaparte siempre lo pretendía a su lado. Del lado izquierdo, del lado donde ese ojo tenía una visión más que limitada. François, en plena lucha, baja de su caballo para socorrer a un soldado casi niño que integraba las tropas enemigas. Un adversario observando cada movimiento y la actitud del bonapartista, aún así no dudó, cargó con su lanza que se incrustó en la espalda del francés. Viéndolo desfalleciente dudó unos instantes por la artera acción, lo cargó sobre sí y alejó del campo de lucha, recostándolo sobre el follaje. Extrajo una polvera repleta de opio y comenzó a dárselo. El lacerado lo miró a los ojos y balbuceó gracias.
¡Me decís gracias y mi acción te está llevando a la muerte! ¿¡Gracias por qué!?
François no pestañeó. Los finales deben ser sin parpadeos.
-Sí… Te digo gracias por dos cosas, porque me estás ayudando a que no sienta el dolor agudo de lo desconocido y quizás, y esto es lo más importante, ya no te sea necesario atacar a traición para ganar batallas… por ahí con éste gracias en tu conciencia salvo otras vidas…”.
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Varios diarios desparramados sobre su escritorio. Un título le recordó de qué manera finalizaba aquella frase del poeta soviético: «cuando el agua baja demasiado las hormigas se comen los peces y cuando el agua sube y sale de sus cauces los peces se comen a las hormigas…».
Repasó cada una de las carpetas y murmuró; en este país la historia nos enseña que todos, todos tenemos un poco de hormigas y un poco de peces… François tenía razón, la conciencia sirve para evitar la traición…
Temió por el marzo que se viene. Duda de que haya elecciones. Son una minoría, pero suficiente para movilizar el temor colectivo como para postergarla y, de paso, que la dama del poder no vuelva a ser sentada en el banquillo de los acusados. Varias causas la esperan y ellos, tienen en claro que en política no hay traiciones sino actos con los que se sostiene el poder. ¡Acaso la política no es poder! A veces son hormigas a veces son peces. El pueblo observa todo desde una silla de ruedas, Ya no diferencian entre una cosa y otra. Marzo o abril, no están tan lejos. Muchos huelen el miedo.


