Haz recorrido un largo camino, muchacha.
Escribe: Raquel Baratelli.
Quien te ha visto y quién te ve, antes sufrías el miriñaque y el corsé, hoy lucís minifalda, calza o pantalón.
Así es, chicos, se viene otro día para homenajearnos pero sobre todo para refrescar la memoria y ampliar la conciencia de que somos muchas y nos conocemos más.
Más allá de los ramos de flores, bombones y homenajes, más acá de feminismos y los roles desempeñados por la femineidad en todos los tiempos, madre, esposa, cuidadora, trabajadora y los muchos etcéteras; sin olvidar las adjetivaciones recibidas en todos los tiempos según los designios aceptables y requeridos por la sociedad machista; cada cual con su particularidad, desempeñando el rol que le toca, el que eligió o el que se le dio; auto percibida Susanita, Mujer Maravilla o Chica Súper poderosa, en definitiva somos lo que somos, Mujeres.
Y si, chicas, personas global e históricamente vulneradas en sus derechos que a pesar de todas las luchas y reconocimientos conseguidos, sabemos que no podemos conformarnos aún, que hay muchas que todavía no son valoradas, otras tantas siguen siendo maltratadas sistemáticamente.
A pesar de la visibilización de la violencia de género, de la aceptación de la igualdad entre hombres y mujeres, de la incorporación de la autocrítica entre los varones y su voluntad de cambio, la trata continúa, los femicidios siguen sucediéndose, el modelo patriarcal sigue replicándose entre nosotros y “el debe” de toda mujer sigue siendo más pesado que “el haber”.
Sin embargo, cada ocho de Marzo debemos recordar y valorar a las luchadoras de todos los tiempos, agradecerles por poder aspirar hoy a ocupar lugares reservados antiguamente sólo para varones y compartir logros con ellos.
Esas mujeres que se arremangaron y se destacaron en un mundo de hombres, desde Cleopatra, más que una cara bonita una destacada faraóna del antiguo Egipto; Sara Parks, quien se plantó contra la segregación racial en EEUU; Alicia Moreau de Justo, médica y política argentina; hasta Malala Yousafzai, joven activista Pakistaní; Juana Azurduy y otras tantas que integran una larga lista de luchadoras, cuyos nombres podemos encontrar fácilmente en internet y otras que colaboraron desde el anonimato, son quienes abrieron las puertas del mundo para el resto de las mujeres, no sin sacrificios personales.
Hoy, en esta realidad inclusiva, que desearíamos fuera igualitaria, sus historias de vida parecen sólo argumentos para películas taquilleras, saber que fueron realidad nos asombra y nos da fuerza para defender nuestro lugar y seguir adelante, en busca de que cada mujer de cada rincón del mundo, de la raza, religión, ideología y condición que sea, goce del derecho de ser una persona libre de desarrollar sus capacidades, de elegir el camino que quiera y trazar su rumbo.