Estaba, como era su costumbre, en el bar de siempre, repasando los diarios del día, que ya había leído en la mañana. Era el tercer café de la tarde; ese hábito de compartir cotidianamente con los amigos, se conformó en el “vicio” más provechoso, quizás, como indicaba Félix, de sus 73 años de vida, y quince de jubilado como ingeniero agrónomo. Algunos de los que ya no están, le fueron inculcando la experiencia de la lectura, y en la medida que las arrugas y los pliegues de su cuerpo asomaban, más se apegaba a los libros. Salvo, contados programas, no veía televisión. Estaba convencido que la falta de conocimientos se transformaba en una de las cosas más difíciles de ocultar; y sostenía que se pueden adquirir los elementos materiales más costosos, pero el “sentido común”, no tenía precio.
Escribe: Miguel Andreis
Precisamente cuando aludió al sentido común, hizo una pausa y dio un ejemplo, absolutamente desconocido para todos los que participaban de aquella mesa de café. Con la parsimonia que lo caracteriza, Félix, comenzó a deshilar la historia”: miren… Charles de Gaulle, proveniente de una familia de buen pasar, fue un tipo muy especial, algo hosco, muy culto, formado en una de las más importantes academias militares de Francia. Sin embargo poco se conoce sobre su verdadera personalidad, sobre quién o qué influyó notoriamente en su vida política.
De Gaulle, luego que Francia cayera en manos de los alemanes, se traslada a Londres y allí comienza la formación de la Resistencia francesa, en la Segunda Guerra Mundial. Fue por entonces, en reuniones secretas, cuando conoció a Pierre, cuyo apellido nunca trascendió, era un flaco desgarbado que no paraba de fumar, voz grumosa, mujeriego y jugador empedernido. Se definía como anarquista.
Cuentan, quienes lo frecuentaron, que era lo que se define, un militante incondicional. Eso, seguramente es lo que percibió de Gaulle apenas lo conoció. Siempre se los veía juntos. Casi costaba entender una amistad entre dos personas tan distintas. Pierre estaba en Londres por una razón absolutamente diferente, se alejó de Montpellier porque una dama, su prometida, mesera en un cabaret, se enamoró de un oficial alemán y nunca más lo quiso ver.
Desde entonces Pierre, que leía y escribía con dificultad, se transformó en un consecuente bebedor de vodka. No tenía mucho más para perder en la vida. Se volvió un inseparable compañero de ´Charlles´, como le decía. Extraña simbiosis existía entre ambos.
Y Pierre lloró las muertes de los compañeros de la Resistencia. Muchos quedaron en el camino; y lloró cuando en 1944, ingresaron con su amigo al frente de las fuerzas “Francia Libre”. Charlles brindó un discurso estremecedor e histórico; ya era el hombre más prestigioso y admirado de su país. Siguieron encontrándose, ya no necesitaban esconderse. De Gaulle, luego de varios intentos, fue declarado presidente, de la recién creada V República, el 8 de enero 1959, ( cargo que mantuvo hasta 1969). Ya en la máxima magistratura, mandó a buscar a Pierre, precisaba a su lado a un hombre de máxima confianza, aunque desconocido socialmente. Desde aquél momento fue su chofer y… Claro que no solamente sería quien lo condujera sobre las cuatro ruedas. No sólo eso.
Quién le daba letra
Durante su primer mandato, De Gaulle realizó reformas económicas, industriales y gubernamentales, negoció la independencia argelina y condujo a Francia a la Comunidad Económica Europea. Fortaleció las relaciones con la Unión Soviética y con la China comunista.
En 1965 De Gaulle fue elegido nuevamente presidente, por un margen menor. Durante los años siguientes trabajó en favor de la autonomía de Canadá y de la sustitución del dólar estadounidense como principal estándar monetario de intercambio internacional, abogando por la vuelta al estándar oro. Quizo retirar a Francia de la OTAN.
En 1968, enfrentó a la mayor crisis desde su regreso al poder, cuando los estudiantes y los trabajadores en huelga conformaron el Mayo Francés. Sin embargo, al mes siguiente De Gaulle triunfó aumentando considerablemente su caudal de votos. No pocos analistas se preguntaban cómo un hombre que permanecía de reunión en reunión, sin mayores contactos sociales que lo que le brindaba un círculo muy acotado, podía bajar propuestas que conformaban al ciudadano común. Decía lo que la gente quería escuchar. Se interrogaban ¿Tiene un consejero personal? ¿Quién le da letra? Las hipótesis se multiplicaban.
Debió sortear momentos extremadamente complejos. Lo que casi nadie supo es que Pierre, hizo sus importantes aportes a la carrera del Presidente. Pero eso, eso se supo después” manifestó Félix mientras con la mano le señalaba al mozo otro cortado.
Quienes lo escuchaban atentamente querían saber en qué o qué había aportado de notable a Francia Pierre, si su función no era otra que la de chofer. Félix manejaba discrecionalmente el clima de la charla. Continuó desplegando: “Pierre, quien en público se cuadraba con todas las exigencias de rigor, ante el paso del Presidente, en soledad lo trataba de igual a igual, como cuando eran camaradas de armas en la Resistencia. No existían diferencias. Todas las noches antes de irse a acostar, el gobernante lo requería para conocer su opinión sobre diversos temas. Pierre tenía la virtud de no callar lo que pensaba, por más que su expresión contradijera la del mandatario.
En realidad Pierre nunca dejó de ser un jugador y mujeriego, tampoco dejó de fumar y de paladear el vodka. Y mientras De Gaulle se metía entre las sábanas de su casa, Pierre lo hacía entre las sábanas de los burdeles. “Nadie como las prostitutas y sus visitantes para sintetizar el pensamiento colectivo sobre el Presidente. En el puerto encontraba otras expresiones”, afirmaba
El visitante nocturno
Nadie supo jamás cuánto de cerca estaba Pierre del presidente, menos aún que sus palabras se conformaban en el discurso cotidiano de De Gaulle. Pierre, el visitante nocturno, casi no tenía amigos, excepto el hombre más trascendente de su país que lo escuchaba atentamente. Pierre logró, desde siempre, tal vez innatamente, exponer una virtud no muy frecuente: sintetizar el sentido común de la sociedad.
Fue tanta su influencia que el mismo De Gaulle, las rescató en párrafos especiales entre sus memorias que nunca alcanzó a publicar. De Gaulle deja la presidencia en 1969, y fallece en 1970. Nunca nadie supo más nada de la vida de Pierre, desapareció. Sin embargo, cuentan que un hombre desgarbado, flaco, fumador y con voz pastosa, que olía a vodka, durante años, todos los días, cuando caía la tarde se llegaba hasta la tumba de “Charlles”, y allí se quedaba horas murmurando en voz baja.
Quienes cuidaban el lugar se esforzaron una y otra vez para oír que decía. Estaban intrigados en saber de qué hablaba, pero jamás, jamás pudieron escuchar una sola palabra”.


