Escribe: Cristina Pablos.
Desde hace ya muchos años Argentina vive en un constante deja vú. Vemos y volvemos a ver siempre la misma película. Con los ojos en la nuca, mirando al pasado, generalmente echándole la culpa de todos los males al gobierno anterior, nunca con la proa hacia el futuro, siempre con una mirada cortoplacista. No queremos ver lo evidente: el 80% de las empresas (locales o no) crecen en todo el mundo, aquí decrecen un 20%. La inversión es enemiga del déficit, algo que aquí sobra. Tenemos el triste privilegio de ser el cuarto país peor del mundo. En el interior parece que hemos retrocedido a la Edad Media; con zanjas cavadas para impedir el paso de una provincia a otra. Es más fácil sacar la visa a EEUU que llenar el papelerío que pide cada provincia para ingresar a ella. Es decir, eso de libre circulación por todo el país, como dice la Constitución, no se cumple. Los habitantes vivimos en una frustración constante viendo cómo se quiere instalar el pobrismo; una “pobreza inclusive”, claro, para eso no hace falta el mérito, tan depreciado por el presidente. Un país donde no existe el diálogo entre gobernantes y oposición, se escucha a quien se quiere escuchar. ¿No saben, acaso, que por algo tenemos dos oídos y una sola boca? Para escuchar más que hablar.
A todo esto tenemos que agregarle los desaguisados del Congreso. Bueno, ya en 1935, en una sesión del Senado se mató de un tiro al senador por Santa Fe, Enzo Bordabehere, con una bala que parece estaba dirigida a Lisandro de La Torre, compañero de banca. Después de pasar por el diputado trucho y otros hechos, la semana pasada descubrimos que también tenemos diputados mimosos y ministros que no se sabe si lo que hizo con la sarasa fue un blooper o un acto fallido, o un secretario de gabinete que dice que hay que ahorrar en dólares, en vez de decir pesos. Lo que pasa es que casi todo el gabinete de Alberto Fernández tiene ahorros en dólares.
Mientras, la ciudadanía no encontró otra forma de mostrar disconformidad que saliendo a las calles y tratar de despertar a los políticos-de todos los signos- y deje de ser, Argentina, un país que nunca resuelve su historia.


